Oh, sí, yo soy el gran hipócrita... cómo si fuese todo tan fácil. A veces me pregunto cuál de las máscaras que utilizamos a diario en la gran farsa de la vida es la auténtica, la imagen que realmente somos. Todo es un gran juego de probabilidades y nuestros actos son por ello meros intentos intuitivos.
Tengo la cabeza hecha un lío, lo sé, y no espero que me comprendais, queridos perdularios y perdularias -que me parece que alguna hay, y si así fuera, que lo confiese, que éso no es malo- pero lo estoy pasando mal, muy mal, muy muy mal, muy muy muy muy mal. Pero ahí está el tío, con cara de yo soy el puto amo y el Neo aprendió de mí, aunque por dentro se lo estén comiendo los gusanos.
Pero, ¿porqué me siento así? No me entiendo. !Sí yo soy la leche! Sinceramente y objetivamente hablando soy el mejor macho reproductor en cientos , no !miles! de kilómetros a la redonda. He pasado con aprovechamiento todos los tests de Cosmopolitan -incluido el de que harías si te encontrases a tu piba con tu mejor amigo en tu cama con tus preservativos y tu pijama puesto- Vogue, Harpeer´s Bazar, Mía, Tuya , Nuestra y demás publicaciones. Mis dones naturales podrían permitirme trabajar en el porno (de los normalitos, sin estridencias, pero tampoco desentonaría)No tengo instintos malvados hacia las mujeres y espero no tener nunca la desgracia de ver a alguien delante mía intentando abusar en contra de la voluntad de una mujer o profiriéndole maltrato, so riesgo de echarme a perder la vida. Tengo los defectos propios del ser humano, pero mis virtudes pesan más en la balanza, entonces ¿QUÉ COJONES PASA?
El niño que fui, el joven que me dejaron ser y el adulto que no sabe quién es luchan a diario con enconado esfuerzo por imponerse unos sobre otros. Día a día resulta cada vez más arduo este peregrinar multipersonal. ¿Era realmente más liviana la vida juvenil que la actual, más sencilla la vida infantil? Los amigos que tanto compartimos, las mujeres a las que amamos o creímos amar, la mujer a la que nunca tuve el valor de decirle lo que sentía en ése preciso instante. ¿Donde están todos ellos?
La soledad es todopoderosa. Puede incluso hacer que tus mejores armas en sociedad sean poco más que inútiles trastos en tu triste intimidad. Llega un momento en el que tu colección de revistas guays, tus estanterías de cine de amor propio, los cómics eróticos y los documentales de dinosaurios ya no son suficientes. Hay instantes de lucidez (creo que en las fases del joven que me dejaron ser) en los que lo obvio de mi estupidez en determinados momentos de mi vida resulta abrumador. Para seguir adelante tengo que recurrir demasiado al niño que fui, pero éste ya no me reconoce ultimamente. Dormir, tal vez soñar...para combatir a la memoria, enemiga mortal de mi descanso.
Para los cálculos de de Alighieri, ya he pasado de la mitad del camino de la vida. Fui estrella del deporte, fui most popular boy del Parvulario, del Jardín de Infancia, del Colegio Redondo, de San Estanislao (donde tuve mi primer orgasmo con escasos seis años), de Salesianos, del Instituto Militar Cortadura , de la Facultad y del Foro. Mi estela refulgente brilló (y deslumbró en ocasiones) con la fuerza de un centenar de estrellas. Mi nombre y mi alias se susurraban en voz queda a mi paso altanero y era respetado por los otros machos del territorio. Nunca promoví una trifulca ni participé en ella voluntariamente. Detesto la violencia y lo vulgar y puedo asegurar iuris et de iure que jamás ofendí a niña, jovencita, mujer, o hembra mamífera alguna en estado de embriaguez, ni me aproveché tampoco de la embriaguez de ninguna (aunque confieso que una vez lo intenté y quedé con una pibita para beber en la casa de un colega, pero como me las dí de machito y me puse a vacilar de que bebía como un cosaco, me pasé un pelín, por lo que al decimoquinto John Wayne caí trompa y como ella siguió bebiendo,cayó trompa también) lo cual me ha valido la enemistad felina con dichas pibas -por lo visto parece ser que consideran que les hice un desaire o algo así, por no aprovecharme de su estado de embriaguez; en mi descargo debo decir que una vez que estudias el delito de abusos deshonestos es complicado cohonestar la norma, el alcohol y la testosterona, así que, aún a riesgo de malentendidos, es preferible una vuelta de cara glamurosa que seis años y un día de dolor medieval en salva sea la parte- pero todavía cuando me cruzo con ellas me sale el ademán de saludarlas.
Sin haber tenido más contacto carnal con los hombres que los abrazos consecuentes a la consecución de miles de canastas durante la práctica del baloncesto, he cometido muchas mariconadas en mi vida, entendiendo como mariconada el no comportarme como es de esperar de un hombre en determinada situación. Incluso llegó a haber un frase, repetida entre el faunario de la movida juvenil de mis tiempos que decía que aunque me estuviesen dando la enésima fellatio, yo aún estaría preguntándome si pillaría cacho con esa piba. Puede ser, pero yo solamente reconozco una mariconada en mi vida (bueno dos, pero la segunda tiene arreglo, o podría tenerlo) y la cometí en Medina. Me siento tentado a hablar de ello, pero como excusatio non petita accusatio manifiesta, baste decir que en América las pruebas circunstanciales me acusarían de haber cometido la mariconada, pero aquí, de saberse la verdad, me absolverían.
Millard Benneth dijo en una ocasión que si te dabas por satisfecho con lo que habías obtenido y no perseverabas en la consecución de nuevas y mejores metas, entonces lo único que te quedaba era sentarte en una silla a esperar la muerte. Como en todas las sentencias, hay algo de erróneo y halgo de aserto. ¿Significa eso que vivo anclado en los éxitos pasados, incapaz de imaginar logros futuros? Realmente no lo sé. !Ha cambiado tanto el personal! ¿A quien engaño a todas horas? ¿Es a mí o a los demás? ¿Será todo una ilusión y verdaderamente uno puede tomar las riendas de su propio destino, sin esclavitud a determinismo alguno? ¿Verdaderamente querer es poder? ¿Es el amor una ilusión también y se deforma por nuestros apetitos? ¿Se puede vivir sin él? ¿Es posible la vida en soledad sin acabar hipomaníaco? ¿A quien intento engañar? ¿A quien intento engañar?
Existe la posibilidad de que esta racha mejore, yo sobreviviré, seguro, pero ¿quien me asegura que para entonces el niño que fui y el joven que me dejaron ser no hayan sido desterrados de por vida por el adulto que jamás sabré a donde vá ni lo que quiere?
Vae Victis, Vae Me.